Quema la "luz de domingo"

He revisado hoy con sorpresa las críticas de cine de mis alumnos de la Facultad y he encontrado unos puntos en común sobre la última película de José Luis Garci, que comparto plenamente, y que incorporo a la reflexión que hoy hacía la vicepresidenta De la Vega sobre la responsabilidad de los medios audiovisuales y la violencia.

Dice Héctor Acebo "mención aparte merece la durísima escena en que el abuelo manifiesta el rechazo a su futuro nieto, nacido de una violación por parte de los hijos del alcalde "becerril" (un soberbio Carlos Larrañaga). Es precisamente en la escena de la violación cuando la luz de domingo quema casi tanto como el desierto crepuscular de Sam Peckinpah".

Mª Antonia Maldonado, por su parte, afirma que "el film es bastante dinámico y ágil y no aburre en casi ningún momento, salvo en el momento en que se relata la violación de la protagonista, que por su dureza, creo debería haber sido menos extensa y menos explícita".
Para Sara Rivero, el "director pretende buscar la sensibilidad del espectador respecto la historia y nos dirige a través de unas imágenes y una psicología que debemos aceptar como buena. Cuanto realmente se convierte en una venganza premeditada y salvaje. De nuevo en el cine una historia de violencia justificada." Por eso afirma Rivero, "una de las lagunas principales de las que adolece la cinta es su falta de coherencia moral".

Defrauda Garci, añado yo, quien no levanta el vuelo de sus esteticistas propuestas; y cae en el error de sancionar la violencia y el odio con imagenes torpes y duras.

1 comentario:

Héctor Acebo dijo...

En primer lugar, Gracias por haberme citado, Loreto.
En segundo lugar, me gustaría hacer un pequeño comentario al respecto.
Dejando a un lado el peculiar costumbrismo (explotado con acierto en impresionantes películas como El abuelo o Volver a empezar), Garci peca en la extensión y en el tratamiento con el que pretende dotar a sus personajes. Lástima que en una película que prometía tanto como ésta haya hecho tanto hincapié en la cruenta escena de la violación, obviado el importantísimo tratamiento psicológico que merecerían Urbano y Estrella. ¿Con qué lo suple? Con cantos de "pajaritos". Errores de principiante.
Mencionaba en mi crítica al Peckinpah de Perros de paja, ya que hay una evitable influencia en la escena de la violación de la última película de Garci. No obstante, hay un abismo entre ambos: el director de Grupo salvaje no utilizaba la violencia como algo fortuito (casi nunca es un fin), indagando en la psicología de los personajes de una forma increíble. Valga, para ilustrar este ejemplo, una frase que escupe uno de los bandidos de Grupo salvaje: «Todos soñamos con volver a ser niños, incluso los peores de nosotros. Tal vez los peores más que nadie.»
Aunque la idea de Garci sea denunciar la violencia, está a años luz de conseguir un resultado brillante. ¿Nos pretende ensordecer con cantos de pájaros, pajaritos y pajarracos?

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