Autora: Loreto Corredoira
Revisando las últimas pruebas del libro La protección del talento, que me publica este mes Tirant lo Blanc en la Colección Derecho y TIC´s, me he vuelto a sorprender de la claridad de ideas del prologuista, Prof. Manuel Desantes, y como las considero muy oportunas en el momento actual, reproduzco algunos párrafos:
"¿Por qué la propiedad intelectual e industrial se erige hoy en uno de los pivotes de esta nueva sociedad? Evidentemente, no por el elemento «propiedad» acuñado en el siglo XIX que asimilaba esta materia a la «propiedad de bienes tangibles» y que venía construida a partir de la concesión de monopolios y de derechos de exclusividad.
Dos son, a mi modo de ver, las razones que explican este «renacer» de una institución que parecía devorada por el ritmo de los nuevos tiempos: por una parte, la imperativa necesidad de generar «activos intangibles», es decir, «recursos protegidos intangibles»; por otra, la entronización de la creatividad como actividad suprema del ser humano y la profunda convicción de que la verdadera fuente de riqueza se encuentra hoy en la «creatividad compartida».
En este contexto, la protección de la creatividad salta del contexto fundamentalmente económico al íntimo de la persona y acerca cada vez más el concepto de «derecho moral» al derecho de la personalidad. ¿Quién de nuestros jóvenes no accede todos los días a las redes sociales y con ello desarrolla —para bien, o para mal— su capacidad creativa? ¿Es esto «creación»? ¿Debe protegerse? ¿Nos sirven las herramientas clásicas de la propiedad intelectual para abordar esta nueva manera de comprender la actividad creativa propia de una sociedad que, gracias a las nuevas tecnologías y a la diseminación de la información, ha colocado el conocimiento en la cúspide de sus valores?
Se trata de arbitrar un sistema —«repensarlo», en palabras de Loreto Corredoira— que permita congeniar dos prioridades de nuestra sociedad: el fomento de la actividad creativa y el acceso —cuanto más y en mejores condiciones, mejor— de todos los ciudadanos a las obras originadas por el ejercicio de tal actividad.
Cada comunidad organizada de seres humanos asume una enorme responsabilidad a la hora de proponer un justo equilibrio entre ambas necesidades y en este equilibrio estamos jugándonos nuestro futuro como sociedad. Porque, guste o no, las tres patas en las que se asienta nuestro modelo de convivencia —información, digitalización, conocimiento— nos conducen a un mundo en el que ya no habrá una prioridad sin la otra, ya no habrá actividad creativa sin acceso generalizado a la obra, es decir, a la consecuencia de tal actividad.
Por eso no hay que cansarse de repetir que en esta nueva sociedad la palabra clave no es tener, atesorar o poseer: en esta nueva sociedad la palabra clave es compartir. Compartir es la clave de la sociedad de la información: audio, vídeo, fotografía, escritura, pintura, escultura… no son sino expresiones artísticas que, combinadas, abren perspectivas completamente novedosas a una sociedad que con todo ello alcanza un potencial creativo inimaginable hace unas décadas.
Compartir es la clave de la sociedad digital: por ello avanzamos aceleradamente hacia un proceso de convergencia de medios tecnológicos, desde la telefonía y la televisión hasta internet. Compartir es, en fin, la clave de la sociedad de conocimiento: pero no colaboran las piedras, los sonidos o las palabras; colaboran las personas y son las personas las que, agregando sus talentos, crean relacionando entre sí piedras, sonidos o palabras.
Manuel Desantes Real
Catedrático de Derecho internacional Privado
Ex Vicepresidente de la Ofi cina Europea de Patentes
TIRANT LO BLANCH
Email:tlb@tirant.com
http://www.tirant.com
Librería virtual: http://www.tirant.es
Compartir es la clave de la sociedad digital: por ello avanzamos aceleradamente hacia un proceso de convergencia de medios tecnológicos, desde la telefonía y la televisión hasta internet. Compartir es, en fin, la clave de la sociedad de conocimiento: pero no colaboran las piedras, los sonidos o las palabras; colaboran las personas y son las personas las que, agregando sus talentos, crean relacionando entre sí piedras, sonidos o palabras.
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