Autor: Prof. Ignacio Bel Mallén
Hace ya bastante tiempo que a este país, aun llamado España, pese a los intentos secesionistas, le han metido en una espiral de prohibiciones, que poco a poco van limitando cada vez más el disfrute de eso que venimos llamando los derecho fundamentales. Las excusas pueden ser hasta válidas en algunos casos: la salud, la seguridad, etc. Sin embargo en otras ocasiones no lo son, sino que constituyen verdaderos ataques a los derechos personales en aras de argumentos que si en su origen pueden ser lícitos, en su desarrollo son una pura y dura censura, un puro y duro ataque a la libertad individual. Y ahí estarían todas las normas que lesionan la privacidad. Y no solo las normas, que en último caso podrían admitirse, sino el abuso indiscriminado en la aplicación de dichas normas
No es hoy el tema central que quería tocar. Me quiero referir a esa iniciativa que va a obligar a los informadores, fundamentalmente gráficos, a llevar unos distintivos, chalecos o similares con un código alfanumérico e intransferible. La medida aprobada por la FAPE, como se ha indicado en relación a otros abusos de libertad, puede ser bien intencionada, pero a mi modesto entender supone una tuerca más en el ahogo de la libertad informativa. Por dos motivos. En primer lugar porque con esa media se está señalando con claridad al profesional que necesita una libertad de movimientos, de actuación para hacer lo que crea más conveniente y en muchos casos eso se consigue, con la más absoluta discreción, precisamente con la no identificación, no convirtiéndoles un una fácil diana.
Y en segundo lugar por la necesidad, que al parecer quiere establecer la norma, exigiendo que para obtener dicho chaleco habrá que estar colegido y estar al tanto de las cuotas de dicha colegiación. Vamos a ver si nos enteramos. La colegiación para ejercer las múltiples facetas del periodismo no es obligatoria (otra cosa es que a algunos nos gustaría que fuera como un medio de defender la profesión periodística).
Pero desde que la Asociación de periodistas de Cataluña, en su pretensión de convertirse en un Colegio Profesional perdió su litigio con el entonces defensor del Pueblo Ruiz Gimenez, en su recurso de amparo interpuesto ante el Tribunal Constituciona, la colegiación periodística paso a mejor vida y esas rotulaciones (en Madrid por ejemplo) de Colegio Oficial de Periodistas no son más que un sueño no exento de buenas intenciones, pero sueño al fin y al cabo. Las normas nacionales, las sentencias derivadas de ellas por el Tribunal Constitucional no exigen la colegiación. Si por ello la colegiación no es obligatoria y tenemos cientos de ejemplos de ello en los medios ¿quién es entonces la FAPE para no dar un chaleco a alguien que no se quiere o no esta colegiado, para realizar su actividad fotográfica?.
Bueno hubiera sido que la FAPE y todas las organizaciones periodísticas se hubieran puesto a trabajar hace muchos años para que la profesión, si es que podemos aun hablar de profesión, periodística, hubiera tenido el respaldo legal para constituirse en una profesión, que no lo es, de tener unos derechos, que nos tiene, etc. Pero es tema de otro día.
Ya que no lo hemos conseguido, dejémonos de medidas absurdas que no hacen otra cosa que cercenar la libertad de expresión, su ejercicio y luchemos en otras campos en donde está la verdadera batalla, sin policías: la defensa a ultranza de la actividad informativa, que poco a poco va languideciendo en nuestra débil democracia, en sus aspectos éticos, laborales, profesionales, etc.
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